¿POR QUÉ NO SANAMOS?

Sanar es una palabra que muchas veces nos genera confusión. La cultura de lo rápido que hemos creado en las últimas décadas nos hace pensar, muchas veces, que podemos conseguir la sanación aplicando un par de técnicas y listo. Y es que, en ocasiones, creemos que sanar es solamente apagar los síntomas de dolor o incomodidad en nuestro cuerpo físico, emocional o mental. Leemos y escuchamos a diario infinidad de promesas de sanación rápida y fácil, porque justamente eso es lo que queremos consumir. Todo tiene que ser exprés en nuestra vida, y no tenemos tiempo para dedicarnos a nuestro autocuidado.

O, en el otro extremo, sanar pasa a ser un objetivo más dentro de la lista de objetivos que perseguimos a diario, consumiendo todo tipo de técnicas como si fuéramos conejos detrás de una zanahoria, sin parar a ver qué sentimos realmente, generando más ansiedad y preocupación en nuestro sistema.

Hasta que un día nos damos cuenta que Sanar implica mucho más. ¿Más de qué? Más profundidad y menos ruido. Más calidad y constancia, menos cantidad y urgencia. Implica frenar la máquina, implica coraje para ir al interior, implica compromiso para meter los pies en el barro, implica hacernos cargo de todo lo que nos vamos encontrando en el camino, aunque duela, implica sostenernos en los momentos más confusos, implica pedir ayuda si así lo sentimos.

Ser libre, ser abundante, tomar nuestro poder interior, tener un cuerpo equilibrado y sano, es un PROCESO INTERIOR de aprendizaje y de autoconocimiento, no una píldora mágica. ¿Se puede? ¡Claro que sí! Se trata de cambiar la perspectiva.

Esta es la visión que transmito en las sesiones de Sanación Energética, así como en las dinámicas grupales y escritos que voy compartiendo. Es la visión que me ayuda a mí a evolucionar, a sanar, y a empoderarme para acompañar a otros.

Si te interesa profundizar en este tema y conocer mis servicios, te invito a ingresar  aquí.

Gracias por parar y leer hasta acá.