NO SIGAS HUYENDO

Tenemos vulnerabilidades que gritan por ser atendidas. Tenemos vacíos que buscan ser llenados. Tenemos incomodidades que no sabemos de dónde salen y conflictos internos que buscan ser resueltos. Llevamos siglos sin oírnos realmente y el cuerpo grita por todos lados.
 
Es tan confuso el mensaje que terminamos huyendo. Buscamos afuera la solución, culpando a otros o confiando en soluciones mágicas, evadiendo así, por un rato, la responsabilidad sobre nuestros conflictos. Pateamos la pelota para afuera y sentimos alivio, anestesiados. Pero, tarde o temprano, la pelota vuelve y esta vez con más virulencia, para recordarnos que somos parte del equipo y que debemos jugar, aunque nos dé miedo, aunque nos duela.
 
Llevamos una vulnerabilidad que no sabemos cómo abordar, un dolor que hasta ahora no nos atrevimos a mirar a la cara. Pero el grito de nuestro cuerpo nos muestra que ya es tiempo, tiempo de movernos hacia adelante, de salir de la comodidad de lo viejo y de soltar patrones de comportamiento, estructuras, creencias y limitaciones que nos daban seguridad.
 
El movimiento nos obliga a transitar ese dolor. Pero, ¿por dónde empezamos?
 
La respuesta está en el cuerpo. Ese amigo fiel que siempre nos ha acompañado en todas las decisiones y, sin embargo, sólo lo hemos mirado al espejo. El alma se esconde en sus profundidades y habla a través de él.
 
No sigas huyendo, habita tu cuerpo, siéntelo, ábrete a recibir las respuestas, medítalo.
 
No sigas huyendo, quédate quieto, siente el silencio a tu alrededor para sentir el sonido en tu interior.
 
No sigas huyendo, respira y siente, nadie ha muerto por esto, respira y siente.
 
No sigas huyendo, acepta el dolor, acepta tus miedos, abrázalos y ámalos una y otra vez, porque son parte del camino. Intégralos y podrás ver a través de ellos.