EL MIEDO A LA MUERTE | Reflexiones

Ya sabemos que la vida es inseparable de la muerte, que para iniciar un nuevo ciclo es necesario que el anterior muera, tal como lo muestra el símbolo del infinito. La vida no se detiene y sigue evolucionando eternamente, destruyendo lo viejo y creando así el espacio para que surja lo nuevo.

Entonces, ¿a qué le tenemos miedo?

Todos los miedos, en última instancia, son miedos a la muerte. A la muerte de nuestros cuerpos, a la muerte de nuestras estructuras, de nuestras creencias, de nuestras rutinas, apegos, trabajos, relaciones, a la muerte de los ciclos que tarde o temprano llegan a su fin para dar inicio a nuevas experiencias. Y, dado que no sabemos cómo vamos a llenar ese aparente vacío que queda luego de la muerte, sentimos miedo.

Se dice por ahí que “el miedo es lo opuesto al amor”. Pero, una concepción más evolucionada afirma que “el miedo es la aparente falta de amor”. Es esa sensación que nos atraviesa cuando creemos (conscientemente o no) que no hay amor para nosotros, que estamos a la deriva, solos, cayendo en el vacío.

Y así, para calmar ese miedo, para rescatarnos de ese vacío que no sabemos gestionar, salimos a buscar el amor afuera. Creamos personajes para pertenecer, para que nos amen, nos valoren y nos acepten. Buscamos fuera de nosotros mismos el sostén y la contención, frente a la aterradora sensación de soledad y vacío.

Sin embargo, tarde o temprano nos damos cuenta que la búsqueda de amor afuera es en vano. No hay amor externo que pueda llenar nuestros vacíos, porque EL AMOR ESTÁ EN NUESTRO INTERIOR y crece de adentro hacia afuera. El amor que tanto buscamos está justamente en ese lugar llamado vacío, al que tanto tememos. Es ese amor incondicional que comenzamos a percibir a medida que nos despojamos de nuestras ataduras y apegos, ese amor que nos recuerda que en esencia todos somos lo mismo, SOMOS UNO, somos partículas de la fuente divina experimentando una vida en la Tierra.

Y entonces comprendemos que NUNCA ESTAMOS SOLOS, que nunca hemos estado separados de nuestro origen, que hay un hilo invisible manteniéndonos unidos: la fuente divina, que es AMOR ILIMITADO E INCONDICIONAL. Cuando cae el velo que nos separa de esta verdad, los miedos se desvanecen uno a uno. Y en su lugar surge el sí a la muerte y el sí a la vida. Surge el sí a todo, porque sabemos y confiamos en que estamos sostenidos y atravesados por el amor.