Nuestras reacciones cuentan. La forma en la cual respondemos a los estímulos externos e internos, generan una onda expansiva que crea realidades. Que afecta al entorno y a nuestro estado interior. .
Somos creadores de nuestra propia realidad al perpetuar la forma en la cual reaccionamos ante la vida. Si esta forma es positiva, constructiva, amorosa y compasiva, la realidad creada será similar. Si es negativa, destructiva, llena de juicios y emociones violentas, la realidad creada será muy diferente.
Lo que sucede es que muchas de nuestras reacciones son automáticas, como una explosión de fuego que viene desde un lugar de dolor inconsciente y salen disparadas para que las observemos, justamente, porque algo tienen para contarnos sobre nosotros mismos. Pero para ello, es necesario que frenemos y las observemos, las escuchemos, nos escuchemos, para comprendernos más profundamente.
Hoy quiero proponerte que abordes aquellas reacciones que te surgen y no pudiste controlar hasta ahora. De a una. Sin presión y sin culpa, porque se trata de un proceso de aprendizaje que requiere de paciencia y compasión.
Te propongo que arranques por el primer paso, prolongando los segundos que se encuentran entre la activación y la respuesta, entre los hechos y tu reacción, entre lo que escuchás y lo que respondés, entre lo que ves y la etiqueta que le ponés a los hechos o a las personas, entre lo que sentís y la culpa que te surge como consecuencia.
Se trata de que aumentes progresivamente la cantidad de segundos que te separan de la reacción, utilizando una respiración consciente y honda, imaginando que te sumergís en la profundidad de tu pecho, en ese lugar en el que se encuentra la quietud, el silencio y el bálsamo que cura todo.
Tal vez el primer día no te salga, luego lograrás crear un segundo, luego 2, 3 y 4. Y un día habrás creado un espacio de calma en tu interior, un airbag con el cual vas a poder amortiguar los golpes de las reacciones automáticas, permitiéndote verlas desde un lugar de mayor presencia, reflexivo y profundo. Y ahí, seguramente, comprenderás.
Creador, creá tu airbag.