COVID | Reflexiones

El coronavirus nos ha llevado a una situación totalmente inesperada, incómoda y compleja. Sin embargo, observando los componentes más sutiles que se encuentran por debajo de la superficie más visible, podemos comprender cuál es el significado que nos traen estas circunstancias a la sociedad en general y a cada uno de nosotros en particular.
 
El virus nos ha empujado a quedarnos en casa, desactivando progresivamente dos de los estresores más importantes que son el trabajo y tiempo. Ya no necesitamos correr, no podemos taparnos de actividades, ni hacer compras compulsivas buscando ahogar nuestros vacíos internos. Sin querer, tenemos frente a nosotros el terreno apto para relajar y reconocer qué cosas merecen nuestra atención y cuáles no.
 
Reflexionar en familia y en comunidad sobre cómo estamos actuando y cómo lo haremos en el futuro.
Mirarnos al espejo y comenzar a reconocer aquellas áreas que descuidamos de nosotros mismos y que se reflejan en nuestro entorno.
Encontrarnos con la mirada del otro y reconocerlo, valorarlo y aprender a tolerarlo.
Contener y atender a nuestros hijos, sin tener ya la excusa del tiempo y las actividades sin fin.
Poner especial atención en nuestros olvidados ancianos.
Darle un respiro al devastado medio ambiente, nuestra casa en la Tierra.
Y al mismo tiempo empezar a comprender que la vida en comunidad requiere hoy más que nunca, y de ahora en adelante, de solidaridad y de trabajo mancomunado.
 
El coronavirus nos trae la oportunidad de volver a la esencia, de alimentar y fortalecer aquellos valores que en muchos casos hemos postergado u olvidado, y que, sin embargo, son imprescindibles para el mundo que se viene. Las actuales estructuras políticas, sociales y económicas basadas en la competencia y el individualismo quedaron obsoletas hace ya mucho tiempo. Para poder afrontar los conflictos y necesidades de las comunidades, deberán sucumbir o reconstruirse sobre la base de los valores esenciales: el amor, la compasión, la solidaridad, la tolerancia.
 
Comencemos por casa a reconstruirnos. El coronavirus no es más que el mensajero de nuestra Madre Tierra, recibamos la carta y estemos a la altura de las circunstancias.