Compartir bienestar 18

COMPARTIR BIENESTAR 2020 – DÍA 18

Bienvenidos

Les comparto en el día de hoy un material que nos permite dar un paso más en la profundización de ciertos temas, haciéndonos reflexionar y ayudándonos a ampliar nuestro punto de vista. Hoy hablamos de la Oscuridad, es decir, de todas aquellas experiencias que nos causan dolor y sufrimiento, y que tradicionalmente las etiquetamos como “El Mal”. En la entrega anterior hablábamos de no resistirnos a ellas, de abrirnos y aceptarlas como parte del camino. Hoy, tanto el texto como este audio nos ofrecen una mirada más profunda de El Mal/La oscuridad, incluso dándonos herramientas para atravesarlos. Cuántas aplicaciones podemos encontrarle a este tema, ¿no?

Acompañamos con ¡música!Los animo a encontrar un hueco en su rutina para leer y escuchar cada palabra. 

Namasté, Marilín.

LA OSCURIDAD – EL MAL

SALVAR LA MENTE, SALVAR EL CUERPO

«Lo único que cura es la salvación.»

La experiencia de la enfermedad es una llamada hacia una vida auténticamente religiosa. En este sentido, para muchas personas es una de las mejores cosas que jamás les hayan pasado.

Uno de los problemas de la enfermedad es que nos tienta fuertemente a obsesionarnos con el cuerpo en el momento mismo en que más necesitamos concentrarnos en el espíritu. Para invertir esta tendencia se necesita disciplina espiritual. La práctica espiritual es un ejercicio mental y emocional, y su forma de funcionar no difiere de la del ejercicio físico. Por medio del trabajo espiritual intentamos poner en forma nuestra musculatura mental. Si logramos tan poco, dice Un curso de milagros, es porque tenemos la mente indisciplinada. Entrenar la mente para que piense desde una perspectiva de amor y fe es el mejor regalo que podemos hacer a nuestro sistema inmunitario, y uno de los mayores desafíos mentales que nos podemos plantear.

Cambiar de vida puede resultar difícil. Para una persona a quien le han diagnosticado una enfermedad, cambiar es un imperativo. Si antes solía comer alimentos malsanos, ahora debe comerlos sanos. Si tenía la costumbre de fumar, beber alcohol o dormir poco, debe cambiar esos hábitos. Y si su mente acostumbraba a correr instintivamente en la dirección del miedo, la paranoia y la agresividad, ahora debe hacer todo lo posible por acostumbrarla a pensar de otra manera.

La conexión cuerpo-mente podrá ser nueva para la ciencia occidental, pero no lo es para la medicina oriental ni para dominios como la religión y la filosofía. El cuerpo tiene una inteligencia propia. Como escribe Deepak Chopra en Quantum Healing: «La vida misma es inteligencia montada sobre una base química, pero no debemos cometer el error de pensar que el jinete y el caballo son lo mismo». En el modelo de curación tradicional en Occidente tratamos de conseguir que el caballo vaya en una dirección nueva, sin pensar en la posibilidad de tener una conversación con quien lleva las riendas. Una idea espiritual e integral de la sanación incluye el tratamiento no sólo del cuerpo, sino también de la mente y el espíritu. Como escribe Chopra: «Últimamente hemos llegado a un cambio espectacular en nuestra visión del mundo. Por primera vez en la historia de la ciencia, se ha puesto de manifiesto que la mente cuenta con una base visible. Antes de esto, la ciencia declaraba que éramos máquinas físicas que de alguna manera aprendieron a pensar. Ahora empezamos a ver que somos pensamientos que han aprendido a crear un mecanismo físico».

El amor cambia nuestra manera de pensar en la enfermedad. La enfermedad proviene de la separación, dice el Curso, y la sanación proviene de la unión. Es evidente que la gente odia el cáncer y el sida, pero lo que menos necesita hacer un enfermo es odiar algo relacionado consigo mismo. La sanación es el resultado de una percepción transformada de nuestra relación con la enfermedad, en la cual respondemos al problema con amor y no con miedo. Cuando un niño le muestra a su madre que se ha hecho un corte en el dedo, ella no le dice: «Qué corte más feo». Le besa el dedo, se lo acaricia con amor, y de este modo, inconsciente e instintivamente, activa el proceso de sanación. ¿Por qué habríamos de pensar de otra manera frente a las enfermedades críticas? El cáncer, el sida y otras dolencias graves son manifestaciones físicas de un clamor psíquico, cuyo mensaje no es «Odiadme», sino «Amadme».

Si me pongo a gritar, la persona que tengo delante puede reaccionar de dos maneras: ponerse también ella a gritar, diciéndome que me calle, lo cual tenderá a hacer que yo grite más, o decirme que le preocupa lo que siento, que me quiere y que lamenta que me sienta así, lo cual tenderá a tranquilizarme. Esas son también nuestras dos opciones con las enfermedades graves. No se curan atacándolas; de este modo sólo se consigue que «griten» más. La sanación proviene de entablar una conversación con nuestra enfermedad, intentando entender qué trata de decirnos. El médico procura entender el código químico que utiliza la enfermedad. El metafísico procura entender qué trata de decirnos.

De Lucifer se dice que antes de su «caída» era el más hermoso de los ángeles. En La guerra de las galaxias, sabemos que Darth Vader ha sido antes una buena persona. La enfermedad es amor convertido en miedo; es nuestra propia energía —destinada a ser nuestro apoyo— vuelta en contra de nosotros mismos. La energía es indestructible.

Nuestra misión no es matar la enfermedad, sino encauzar su energía en la dirección de donde vino: volver a convertir el miedo en amor.

La visualización se ha convertido en una técnica popular para el tratamiento de enfermedades graves. La gente suele visualizar un comecocos o un soldado con una metralleta que se dedica a destruir las células malignas o el virus. Pero podemos encararlo desde el lado del amor. Imaginarnos, por ejemplo, que bajo la máscara de odio de Darth Vader se oculta un hombre con un auténtico corazón.

He aquí algunas visualizaciones comprensivas: Imagínate el virus del sida como si fuera Darth Vader, y despójalo de su aspecto siniestro para dejar aparecer un ángel. Visualiza las células cancerosas o el virus del sida en todo su horror, y después observa cómo una luz dorada, o un ángel, o Jesús, los envuelve y los transforma en pura luz. Como dijimos antes, alguien que grita responde mejor al amor, y cuando se calma, es cuando deja de gritar.

En mi trabajo he usado una técnica que me parece muy interesante: la gente escribe una carta al sida o al cáncer o a cualquier enfermedad que tenga y le dice todo lo que siente. La carta empieza, por ejemplo, así:

Querido cáncer:

Esto es lo que sinceramente siento.

….

….

Firmado

Ed

Y después escribimos la respuesta del cáncer a Ed:

Querido Ed:

Esto es lo que sinceramente siento.

…..

…..

Firmado

Cáncer

A todas las personas que se enfrenten con una enfermedad grave, en sí mismas o en algún ser querido, les sugiero que consideren la posibilidad de empezar a escribir un diario en el que se «comuniquen» con la enfermedad. Ver la enfermedad como nuestro propio amor que necesita ser reivindicado es una visión de la sanación más positiva que verla como algo abominable de lo que debemos liberarnos. La energía no se puede destruir, pero sí se la puede transformar milagrosamente. Este milagro emerge de nuestros propios pensamientos, de. nuestra decisión de desligarnos de la creencia en el miedo y el peligro, y de abrazar en cambio una visión del mundo que se base en la esperanza y el amor. Con intentarlo no se arriesga ni se pierde nada. «La Expiación es tan dulce, que basta que la llamen con un leve susurro para que todo su poder acuda con el fin de ayudarte y apoyarte.»

MARIANNE WILLIAMSON: “Volver al amor”