24 DE MARZO: HERIDAS ABIERTAS

Me convoca en el día de hoy esta frase “Herida abierta”, que se escucha y se siente en el ambiente, a raíz de lo que vivimos los argentinos un 24 de marzo de 1976 y en los años siguientes hasta que volvió la democracia. Hoy estamos relativamente cerca de cumplir medio siglo sufriendo por esta herida abierta, y no puedo quedarme indiferente ante lo que percibo del proceso que estamos transitando.

En general, sabemos que cada experiencia en nuestra vida individual y en nuestra vida colectiva tiene un “para qué”, un sentido concreto, aunque sea duro comprenderlo y admitirlo. Pero hay todo un proceso que transitar hasta llegar a encontrar ese sentido. Las experiencias dolorosas nos sumergen en una primera instancia en una etapa oscura, en la cual lloramos, nos enojamos y buscamos culpables y responsables. Podemos decir que es la parte negra del símbolo yin-yang, ese período en el que nuestras energías internas están revueltas y los elementos en nuestro cuerpo actúan para procesar lo que sentimos.

Pero en este caso, siento que llegamos a un momento en el que ya hemos llorado bastante, hemos pedido y conseguido tal vez algo de justicia, hemos escuchado todas las campanas y…es preciso terminar de sanar la herida y cerrarla para luego seguir avanzando.

Y cómo hacemos para sanar una herida tan grande y que, aparentemente, aún se encuentra abierta? La respuesta siempre es la misma: llevando al corazón todo lo ocurrido y a todos los involucrados, incluso a aquellos que consideramos que han sido “los malos de la película”. Porque cada uno de ellos jugó un papel en esta historia, en esta experiencia que, por más oscura que sea, siempre tiene un punto de luz.

Sí. INTEGRACIÓN es la palabra. Y sólo el corazón puede integrar la oscuridad y la luz, llevándonos de la mano en un continuo desde la oscuridad del dolor a la luz de la consciencia que emerge para mostrarnos cuáles son los aprendizajes que hemos logrado como individuos y como sociedad, gracias a lo vivido.

Esa es la energía del corazón divino, que abraza todo sin distinción, es lo que yo asocio con Dios, la Fuente, nuestro origen, nuestra esencia. Es esa energía que no admite separación, porque integra todo y no juzga, no separa entre buenos y malos; es esa Consciencia que habilita tanto la vida como la muerte, porque sabe que, finalmente, se trata de experiencias que nos transforman y nos permiten elevar nuestra consciencia.

Es tiempo de dejar de revolver la herida para que pueda cerrarse. De liberar a todos los involucrados a través de la compasión, del amor y del agradecimiento, aunque duela.

Es tiempo de comenzar a crear un discurso neutral, despojado de las emociones de ira y sufrimiento. De comenzar a contar la historia reconociendo todo lo que hicimos y todo lo que hemos aprendido…juntos.

Es tiempo de hermanarnos nuevamente y sanar.

Es tiempo de encender la luz de la consciencia, del amor, de la unidad.